Amanecemos para agarrar el bus de las 9:30 pero el fontanero nos retrasa y nos esperamos hasta el de las 11:30. Raquel nos prepara un último almuerzo, arreglamos cuentas y nos despedimos sinceramente. Tiempo para hacer un último porelmomento café con Jaume. Y empieza el largo viaje hasta la finca La Magdalena recomendada por Laura, una catalana que conocimos en Granada.
Una hora y pico de viaje en bus hasta Rivas (30C$), 10 minutos de viaje en taxi hasta San Jorge (20C$), una hora y pico de viaje en un barco destartalado (30C$), una hora y media de viaje en bus volteando toda la isla (20C$), 30 minutos de subida andando cargando las mochilas hasta la finca La Magdalena. Duro viaje con momentos de desanimo y de porfavor que valga la pena, y la valió.
El sol escondiéndose tras el volcán Concepción, una finca enorme de madera blanca, jardines con flores, hamacas giñadas en el cobertizo, habitaciones conjuntas y gente amable. Eso sí, somos las únicas nogringas hospedades en tan bonito lugar. Cenamos, nos duchamos (muy necesario después del calor y del largo viaje y del polvo del camino), tomamos una toña y subimos a la habitación. Qué rico este pequeño lugar, una finca cafetalera en la ladera del volcán Maderas.
Dicen que esta isla es mágica, yo me quedé con ganas de más días de descanso en ese tranquilo espacio.
Me llama Moisés, está bolo, dice que le han robado el dinero que le habían pagado hoy. Me tiene largo rato al teléfono hasta que se le acaba el crédito y yo me quedo con la duda de si era verdad.
Buenas noches bajo un cielo lleno de estrellas y envueltas en naturaleza.
Una hora y pico de viaje en bus hasta Rivas (30C$), 10 minutos de viaje en taxi hasta San Jorge (20C$), una hora y pico de viaje en un barco destartalado (30C$), una hora y media de viaje en bus volteando toda la isla (20C$), 30 minutos de subida andando cargando las mochilas hasta la finca La Magdalena. Duro viaje con momentos de desanimo y de porfavor que valga la pena, y la valió.
El sol escondiéndose tras el volcán Concepción, una finca enorme de madera blanca, jardines con flores, hamacas giñadas en el cobertizo, habitaciones conjuntas y gente amable. Eso sí, somos las únicas nogringas hospedades en tan bonito lugar. Cenamos, nos duchamos (muy necesario después del calor y del largo viaje y del polvo del camino), tomamos una toña y subimos a la habitación. Qué rico este pequeño lugar, una finca cafetalera en la ladera del volcán Maderas.
Dicen que esta isla es mágica, yo me quedé con ganas de más días de descanso en ese tranquilo espacio.
Me llama Moisés, está bolo, dice que le han robado el dinero que le habían pagado hoy. Me tiene largo rato al teléfono hasta que se le acaba el crédito y yo me quedo con la duda de si era verdad.
Buenas noches bajo un cielo lleno de estrellas y envueltas en naturaleza.
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