A las siete puntual entro al trabajo, todavía no hay Internet. Llamamos y nos dicen que es un problema de la antena de Enitel, que lo están revisando y que además entre hoy y mañana llegarán a revisar nuestra antena. Y nunca llegaron.
Espero raid y me voy al cyber, una horita de cyber para responder e-mails, buscar el comando para instalar el OpenOffice en español y poca cosa más. De regreso al hospital acabo de configurar el Ubuntu en las computadoras de la biblioteca y hago un manual de instalación para que no se nos olvide nada en todas las otras instalaciones.
Almuerzo. Y después del almuerzo vamos con la Lic Ruiz a buscar el queque de la Dra Castro. Nos escondemos todas en el auditorio y...sorpresa! Anivesario feliiiiz.
En un enseguida son las tres y voy de salida, la Dra Castro me dice que ella también y que la espere a que llegue la Dra López. La esperamos. Llega y se ponen largo rato a platicar. Llamamos a la furgoneta que nos tiene más de media hora esperando. Son las 4:30 y cuando ya íbamos saliendo llama la Dra López que la fuésemos a buscar para ir al aeropuerto.
Un traslado a Managua que La Costeña dice que no la sube si no tiene no sé qué carajo de escrito. Nos esperamos a que la Dra López lo firma. Pasamos dejando a una Lic de RRHH y finalmente me pasan dejando por la parada de Pancasán.
Y allí están Dania, su hija Yakira, su hijo el tímido Ichiro, la flor de Orlyin y la negra Connie. En esa casa dónde el tiempo parece que se detuviese, donde no hay horarios para comer ni reglas a las que atenerse ni prohibiciones de expresión oral ni afectiva.
Empezó fuerte la temporada de lluvia, a penas salió el sol hoy por la mañana unas horas. Llega un enamorado de Dania, un ingenierio naval al que medio le doy conversación y que nos subvenciona guaro guaro. Pero viendo que no va a poder nada ni con Connie ni conmigo y que Dania tampoco se deja, no acepta de llevarnos al Cima. Ni modo, vamos nosotros tres Orlyin Dania y yo.
Orlyin es un amigo gay de Dania, vive en Rama y ha llegado de paseo a Bluefields. Y con qué cara ha llegado que viene sin un real. Nunca lo voy a entender, y lo que menos entiendo es que no te digan antes de salir: “oíme, andas plata? Porque yo no tengo un peso”. Pero no, ellos simplemente salen de bacanal esperando que vos andés tanta plata como para pagar el bacanal de toda la noche. Me enoja, de hecho.
Por suerte como habíamos salido tarde de la casa llegamos ya calentitos para bailar.
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