Si hay días horribles en el trabajo, hoy fue uno. Que si e-mails por aquí, que si e-mails por allí, que si llama a este, que si llama al otro, que si llegan Jimmy y Ángel y hay que hablar cosas importantes, que si doctora porfavor hágame esto, que si doctora porfavor se acuerda que me tenía que hacer eso.
Y con todo esto que viene un doctor cuyo nombre no puedo acordarme y nos pregunta que cómo está lo de telemedicina en San Pancho. Ahora resulta que por no sé coño de estrategia política quieren trasladar el centro de salud de La Aurora. La Dra Castro lo tiene claro: primero, los motivos sanitarios son más que suficientes para no trasladar el centro de salud a un lugar cerca del río que se inunda cuando la época de lluvias. Además, dijo, si se hace eso se pierde todo el sistema de telemedicina. Oks, dijo el doctor, solamente quería saber cuál era la situación y tenerla clara para defender que el puesto no se mueva de su ubicación actual. Perfecto pues.
Estuvimos hablando de la contratación de Jimmy y Ángel para que se encarguen de instalar Ubuntu. Fue un proceso largo, llegamos a la conclusión que 35$ por máquinas. Luego Mateu se escandalizaría y diría que se pueden hacer todas las máquinas en dos días con el clonezilla. Se nota que él no ha tenido que lidiar con estas carrozas, aunque sí puede tener razón en el hecho que no hay que formatearlas, solamente cargarles una imagen de otra máquina con todo ya instalado. De todas formas, Alberto se pondrá en contacto mañana con Rafael.
Hoy sí necesito mi desahogo de energía. Así que después de un intento minúsculo de hablar con mi princesa (después de demasiado tiempo) me visto mi equipo ritualístico y me voy al estadio. El viejito ya me echaba de menos. En el estadio está el Dr Delgado cómono y un chelito que enseguida se pira. Luego llegan unos chavalitos y unas chavalitas que se ponen a entrenar atletismo, nunca va a dejar de fascinarme su potente físico. Y mientras voy corriendo con mi música de la carpeta “disco” en los oídos, miro el cielo del atardecer, impresionante baile de nubes blancas esponjosas danzando y orquestrando sobre esta tierra verde de palmeras y árboles frondosos y pienso cuánto lo voy a echar de menos. Mirar por la ventana y ver verde, pasear por la ciudadpueblo y ver verde dónde sea y cual sea el horizonte…
Dejando melancolías aparte, llego al consorcio, ceno toda sudad y me pongo a lavar ropa con la noche que ya ha caído en la bahía. No importa, ahí estamos con la Nelly mano a mano y platicando y sudando sin ninguna luz que nos alumbre demasiado. Termino y me quedo con Pedro y doña Sara (la señora que le lava a Susy) en el patio, aparece Alex. Alex es uno de los médicos que fue a estudiar a Cuba y que vive en el Consorcio. Bueno, es un decir que vive aquí. De hecho él tiene una hija y una mujer que viven en Bluefields y en su casa se mantiene a la par que en el consorcio. Maneja un carro 4x4 blanco y enorme tipo Hummer. Es moreno, moreno de esos musculados con nariz aguileña y rastas finitas y muy bien cuidadas que siempre anda recogidas pero que le llegan por encima de los hombros. Con él bailé una de las bachatas más sensuales que me han regalado. Pues bien, salió y me dio un abrazo de estos que también me da Cleveland y que me hacen crujir toda la espalda, me encanta.
Quería la clave para internet. Le digo que no, pero bueno él abre su computadora portátil y sorpresa. Tiene Internet. Mm..digo yo. Y como que no tenías la clave? Dónde la conseguiste? Que te juro que no la tengo, me dice. Y de repente se me enciende una luz. EL bruto de Ulises debió de restear el router en vez de reiniciarlo alguna de las muchas veces que se quedó pegado. Así que ahora está sin protección ni clave ni nada. Muy bien!
En fin, que me retiro a mi cuarto. Intento contestar el montón de e-mails que nos estamos intercambiando como locos con Alberto, Lorena y Mateu. Total para qué? Si pareciera que a nadie más de la organización le importa el proyecto. Y lo malo es que sin la aprobación de Rafael no se pueden realizar compras. Por lo tanto estamos anclados en una falta de decisión y participación. La verdad, estoy bastante enojada. No pueden mandar a alguien 6 meses a Nicaragua y desentenderse del proyecto, de su avance y sus requerimientos durante todo ese tiempo. Vergonzoso.
Y a altas horas de la noche barcelonina recibo una llamada +34. ¿Quién será? Y es la niña de mirada oceánica que me llama con su voz acentuada. No saben cuanta ilusión hace recibir llamadas inesperadas cuando una anda fuera de su casa… Gracias Alba, me dibujaste una sonrisa en este día tan estresante.
Así que me quedo dormida con la luz encendida sumergida en el cansancio mental y físico de un martes agotador.
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