No es agradable que alguien te diga que se quiere morir. Que si no lo ha hecho es por su hijo. No es muy difícil decir que la vida vale la pena, lo difícil es encontrarse buscándole motivos y no sabiendo qué contestar.
Es una mierda que la cámara no encienda y que el celular tampoco. Es una gran rábia quedarse sin tan magníficas fotos a tres meses todavía de experiencias nicas. Y es que no es lo mismo una digital compacta que una reflex digital.
Es agotador subirse a lo más alto del hospital solita, entre una larga escaleras y brincos varios con un VIP en la mano y el sol en el cogote. Es atormentador no encontrar solución al problema de porqué el VIP no funciona y no recibir respuesta de Barcelona. Creo yo que habrá que mandar reparar el VIP, o Managua o a España.
Pero entonces una se viene al Consorcio después de almorzar y entra en su pequeño mundo y platica con las muchachitas, y se deleita con una amiga de Pedro, y lava la ropa que se mojó en las aguas putrefactas de la bahía, y se va con la Nelly al mercado municipal a comprar tortillas y cuajada, y de camino le devuelve la pana a Zoila, y se encuentra dos muchachas agarradas de la mano, y vuelve al Consorcio y quería hacer economía pero se queda haciendo vida y acaba compartiendo intimidades con la muchacha que les comenté en la segunda línea, y ella se queda maravillada.
Me salió un hongo en el pie, en el costado, seguramente del chapuzón el bahía. Reyes y Ulloa me dijeron de ir con ellos a Corn Island a casa de unos amigos suyos sólo pagando el boleto, de miércoles a domingo. Una oferta altamente tentadora pero hay alguien en Bluefields que me necesita más que nunca, así que seguramente me quede más cerca y nos vayamos a Laguna de Perlas.
Les presento también a Simel, una de las muchachas que vino en servicio social, anestesista. Hemos tenido buenas pláticas y de hecho es la primera que conocí. Así de repente me soltó que ella a su novio le decía que lo iba a dejar y se iría con una mujer y así siguió contando ella, y yo escuchando.
Es tarde, es la una de la noche pero no tengo sueño. El despertador está puesto a las 6:30 y oigo unos gallos cantar de fondo. Este mundo está loco. Por cierto, Pedro me regaló una pelota de besibol profesional, fíjense que siempre había querido tener una. Y mañana vamos a ir a correr al estadio, por fin otra vez y parece que las muchachas están animadas, vamos a ver a la hora de la verdad.
Es una mierda que la cámara no encienda y que el celular tampoco. Es una gran rábia quedarse sin tan magníficas fotos a tres meses todavía de experiencias nicas. Y es que no es lo mismo una digital compacta que una reflex digital.
Es agotador subirse a lo más alto del hospital solita, entre una larga escaleras y brincos varios con un VIP en la mano y el sol en el cogote. Es atormentador no encontrar solución al problema de porqué el VIP no funciona y no recibir respuesta de Barcelona. Creo yo que habrá que mandar reparar el VIP, o Managua o a España.
Pero entonces una se viene al Consorcio después de almorzar y entra en su pequeño mundo y platica con las muchachitas, y se deleita con una amiga de Pedro, y lava la ropa que se mojó en las aguas putrefactas de la bahía, y se va con la Nelly al mercado municipal a comprar tortillas y cuajada, y de camino le devuelve la pana a Zoila, y se encuentra dos muchachas agarradas de la mano, y vuelve al Consorcio y quería hacer economía pero se queda haciendo vida y acaba compartiendo intimidades con la muchacha que les comenté en la segunda línea, y ella se queda maravillada.
Me salió un hongo en el pie, en el costado, seguramente del chapuzón el bahía. Reyes y Ulloa me dijeron de ir con ellos a Corn Island a casa de unos amigos suyos sólo pagando el boleto, de miércoles a domingo. Una oferta altamente tentadora pero hay alguien en Bluefields que me necesita más que nunca, así que seguramente me quede más cerca y nos vayamos a Laguna de Perlas.
Les presento también a Simel, una de las muchachas que vino en servicio social, anestesista. Hemos tenido buenas pláticas y de hecho es la primera que conocí. Así de repente me soltó que ella a su novio le decía que lo iba a dejar y se iría con una mujer y así siguió contando ella, y yo escuchando.
Es tarde, es la una de la noche pero no tengo sueño. El despertador está puesto a las 6:30 y oigo unos gallos cantar de fondo. Este mundo está loco. Por cierto, Pedro me regaló una pelota de besibol profesional, fíjense que siempre había querido tener una. Y mañana vamos a ir a correr al estadio, por fin otra vez y parece que las muchachas están animadas, vamos a ver a la hora de la verdad.
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